Sobre gastos de los gobiernos
Publicado a las
6:18 p.m.
Leyendo comentarios en el blog de Cavallo (podrán decir lo que quieran, pero este tipo algo sabe), me encontré con algo interesante:
En los gobiernos, son muchos los que deciden los niveles de gasto y los Ministros de economía casi siempre dicen que no. Por eso se les achaca siempre que quieren ajustes. Es natural que la gente, cuando no ve que haya crisis, quiera gastar siempre mas y no se preocupa, aveces demanda, que los gobiernos también gasten más. La disciplina en el gasto no le gusta a nadie, por eso muy frecuentemente hay crisis de deuda.
Podemos discutir acerca de los métodos que puede tener un gobierno para "ajustar" sus cuentas. En los '90 "ajuste" era una palabra de uso común: reducir gastos y aumentar ingresos para que los números cierren. Desde la devaluación, nadie la quiere usar para no quedar pegado al neoliberalismo, o a la "década infame" de los '90. Cómo si ellos hubieran salido de un pozo en 2002, y jamás hubieran tenido nada que ver.
Pero lo que quiero destacar de la cita que puse arriba es lo siguiente. Cuando hay plata todos quieren estar de fiesta, pero cuando no hay, nadie quiere ajustarse el cinturón. Puedo entender que la gente asuma que una gran tajada del presupuesto cae en esa tendencia que tiene el dinero público de mágicamente aparecer en cuentas de privados (y probablemente tengan razón), y por eso reclamen gastos y no quieran asumir lo costos.
Sin embargo, hay que recordar que el Estado, al menos en la democracia, es como una especie de consorcio donde elegimos delegados, contratamos porteros y pagamos los costos de la pintura del lobby. Por alguna razón, a diferencia de los consorcios, estos gastos no vienen discriminados en el ABL, por lo que pagamos gastos fijos que, según el diferencial de gastos, suben o bajan (aunque generalmente suben).
¿A qué voy con esto? Si tapan los baches, nos quejamos porque cierran las calles. Si no tapan los baches, nos quejamos de que nunca tapan los baches. Si arreglan las plazas, nos quejamos de que gastan en plazas, habiendo otras urgencias. Si no arreglan las plazas, nos quejamos de que las plazas son una mugre. Si la ciudad se endeuda para hacer obras, nos quejamos de que todo el tiempo se endeudan. Si la ciudad no hace obras para no endeudarse, entonces nos quejamos de que no hacen nada. Si la ciudad aumenta el gasto público, nos quejamos de que aumenten los impuestos.
Al porteño, en su neurastenia crónica, se lo puede acusar de padecer de gataflorismo: no hay pito que le venga bien. Tiene sus razones, no lo niego. Tiene sus necesidades, estamos de acuerdo. Pero a veces tengo la sensación de que la gente pierde perspectiva y no ve la imagen completa.
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